La comunidad salvadoreña residente en el Estado de Nueva York es una de las más numerosas en ciertas áreas del Estado Imperio, tal como se le conoce entre muchos nombres a Nueva York. Manhattan reconocida como la capital del mundo, como la capital financiera de Estados Unidos es el símbolo de la bonanza estadounidense razón por la que escogida como el centro del ataque terrorista perpetrado hace 7 años por fundamentalistas de la organización terrorista conocida como Alqaeda
La comunidad salvadoreña fue y sigue siendo afectada por la consecuencias del 911, nombre dado al ataque terrorista sufrido por la gran nación del norte. El mundo ya no es igual desde esa fecha. Con el objetivo de evitar nuevos ataques las medidas de seguridad han ido creciendo y creciendo en cualquier parte del mundo. Contrariamente a la afectación del dolor y la angustia de los salvadoreños en Estados Unidos, un grupo de salvadoreños encabezados por el hoy candidato a vicepresidente por el FMLN celebraban en el centro de San Salvador aquel sanguinario atentado en contra de la población civil.
Aún están grabadas en la mente de los salvadoreños aquel coro que gritaban y celebraban los manifestantes del FMLN “otro avión, otro avión” coreaban en clara alusión a los aviones que fueron secuestrados y usados como misiles contra las Torres Gemelas y el Pentágono en Washington DC.
Santiago Reyes, originario de Conchagua, Departamento de La Unión, al conocer la inscripción de este día de Salvador Sánchez Cerén como candidato del FMLN a vicepresidente de la República de El Salvador, manifiesta “ Este día al leer que el FMLN ha inscrito como uno de sus candidatos a un simpatizante de los ataques terroristas del 911 los salvadoreños en Nueva York nos sentimos agraviados por el FMLN. Gracias a Dios, yo además de ser salvadoreño, soy también ciudadano estadounidense. Me da lástima al pensar que como producto de los atentados terroristas, las leyes se han endurecido en Estados Unidos, causando como consecuencia que millones de inmigrantes, entre ellos miles de salvadoreños, hayan sido deportados de este país. No entiendo como un partido político de El Salvador, todavía conserve entre sus máximos dirigentes a una persona tan nefasta para los inmigrantes salvadoreños.”
Por su parte, José Alfredo Ávila, salvadoreño residente en Miami de visita en la Gran Manzana, recuerda como la economía estadounidense se vino abajo después de los ataques terroristas. Dice que entre las situaciones más vergonzosas para los salvadoreños, fueron las imágenes aparecidas en los medios noticiosos internacionales, donde salvadoreños pertenecientes al FMLN salían gritando consignas y vivas a favor de Osama Bin Laden y Alqaeda. Lo más vergonzoso fue cuando el comandante Salvador Sánchez Cerén, salió justificando el ataque terrorista, señalando cínicamente, al gobierno de los Estados Unidos “como los verdaderos terroristas”, la gente en las calles de Miami, al saber nuestro origen salvadoreño nos preguntaba como era posible que algunos de nuestros líderes políticos, no sólo defendieran a los terroristas, sino que celebran públicamente sus actos de barbarie.”
David Renderos, con más de 30 años de vivir en Nueva York, al conocer la inscripción de la fórmula presidencial efemelenista, dice: “Este día es el día de la traición del FMLN a la diáspora salvadoreña en Estados Unidos. Aquél que piense que sujetos como Sánchez Cerén van a propiciar mejoras en la situación migratoria de los salvadoreños en Estados Unidos sencillamente está loco. Imagínese que éste sujeto (Sánchez Cerén) ni visa tiene para entrar a los Estados Unidos. Sólo de ahí cualquiera puede deducir el tipo de relación que tendría un presunto gobierno efemelenista con el de Estados Unidos; y por supuesto, los afectados serían aquellas personas de origen salvadoreño que todavía no han logrado obtener la doble nacionalidad.”
Breve historia del 9-11 (11 de Septiembre de 2001)
En esos trágicos atentados, perpetrados el 11 de septiembre de 2001, para lo cual los terroristas se valieron del secuestro de varios aviones comerciales el dolor no solo alcanzo a los familiares de las más de 5,000 víctimas, entre ellos ciudadanos de casi todo el mundo. El atentado tocó la parte más sensible del corazón de los estadounidenses.
Unas 40.000 personas trabajaban en el World Trade Center, uno de los grandes símbolos de la economía americana. El doble edificio registraba el intenso tráfico humano de la hora punta, a las 8.45 de la mañana (las 14.45 hora peninsular española), cuando un avión se estrelló contra la torre sur. Fue el inicio de una jornada atroz, plagada de tragedias más allá de cualquier adjetivo. Comenzaba la evacuación de esa torre y todas las cadenas de televisión retransmitían en directo el incendio causado por el impacto. Eso permitió que, 18 minutos después de la primera explosión, millones de espectadores asistieran a la escena de un segundo avión lanzándose contra la torre norte. La nave atravesó el edificio. El estallido fue colosal.Tardó en saberse que el primer avión era un Boeing 767 de American Airlines que cubría el trayecto Boston-Los Ángeles y había sido secuestrado con 92 personas a bordo; el otro aparato pertenecía a la flota de United Airlines y había sido secuestrado tras despegar del aeropuerto Dulles, cerca de Washington, con destino a Los Ángeles y 64 pasajeros. Esas fueron las primeras víctimas con nombres y apellidos; unas horas después, el balance oficial admitía que muy posiblemente 250 bomberos y 78 policías han muerto en el derrumbe de los rascacielos. Según la CNN, en el Pentágono murieron unas 800 personas, aunque Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, aseguró que no es posible siquiera dar una cifra aproximada de víctimas.
El presidente George W. Bush se encontraba en una escuela de Florida, cuando le susurraron la noticia al oído. Concluyó a toda prisa su parlamento y se dirigió al avión presidencial, el Air Force One. Antes de embarcar grabó una alocución en la que prometió que los responsables del ataque serían cazados y castigados, y aseguró que había tomado medidas para que el Gobierno siguiera funcionando normalmente.
"Esta es una tragedia nacional", declaró Bush. Pero lo peor estaba por llegar. Una hora después del doble ataque contra el World Trade Center, cuando centenares de bomberos y policías se esforzaban por rescatar a las personas atrapadas, ambas torres se desplomaron. Fue una imagen sobrecogedora, que no se borrará de las memorias. En los minutos previos al colapso se había podido ver a personas que saltaban al vacío desde las ventanas más altas. "El número de víctimas debe ser horrible", declaró Rudy Giuliani, alcalde de la ciudad. "Éste es, sin duda, uno de los hechos más odiosos de la historia humana".
Los puentes y túneles que comunican la isla de Manhattan con el resto del mundo fueron cerrados y Giuliani ordenó la evacuación del distrito financiero y de las zonas contiguas. Las bolsas suspendieron la sesión; en pocos minutos, los mercados financieros de todo el mundo registraban fortísimas caídas y el dólar se depreciaba frente al euro y el yen. Nueva York, autoproclamada capital del mundo, quedó sumida en una densa polvareda. Los hospitales anunciaron estar al límite de su capacidad y pidieron donaciones urgentes de sangre. Al menos dos buques de guerra fueron desplazados al puerto neoyorquino, y la Guardia Nacional del Estado se movilizó para ayudar a las fuerzas de policía y bomberos, abatidas por las bajas, la asfixia y el agotamiento. De madrugada, la policía detuvo a dos personas tras interceptar un camión cargado de explosivos en el puente George Washington, de Nueva York, según la cadena CBS.
Casi al mismo tiempo en que las Torres Gemelas desaparecían para siempre, un tercer avión, un 757 de American Airlines que hacía la ruta Washington-Los Ángeles, con 65 personas a bordo, se estrelló contra el Pentágono. Entre el pasaje figuraba Barbara Olson, una comentarista de la cadena CNN, que tuvo tiempo de telefonear dos veces a su marido, el fiscal general Ted Olson. Le explicó que los pilotos y auxiliares de vuelo habían sido colocados en la zona posterior del avión y que la única arma visible de los secuestradores, que habían tomado los mandos, era un cúter. Barbara Olson no hizo referencia a la nacionalidad ni los objetivos de los terroristas. El avión quedó pulverizado contra el Pentágono minutos después.
El edificio, en el que 24.000 personas coordinan un ejército desplegado por todo el mundo, se incendió y se derrumbó parcialmente. Eran las 9.43 de la mañana y la secuencia del horror parecía imparable. El Consejo de Seguridad Nacional, convocado por Bush desde el aire, ordenó la evacuación de la Casa Blanca al recibir "amenazas creíbles" de que un cuarto avión secuestrado estaba en camino hacia la residencia oficial del presidente. Todo Washington quedó bajo la llamada "amenaza Delta", que sólo se dispara en situaciones absolutamente extremas. El Capitolio, que acoge el Senado y la Cámara de Representantes, fue igualmente evacuado, así como todas las escuelas y la mayoría de los edificios federales.